Compartiendo nuestra pasión por Alejandro Sanz, desde nuestro paraíso: Costa Rica!

26 enero, 2012

La foto que nos dejo sin aliento hoy... Gracias a Raquel, que nos consintió :)


"El día que Alejandro nos lió" XL Semanal, enero 2012

#


"Todo empezó con una llamada de teléfono de Alejandro Sanz. Tenía en la cabeza un proyecto único Y necesitaba a sus amigos. El resultado de aquel `subidón´ musical es un disco en el que los tres genios, y otra media docena de artistas, han mezclado sus voces con coros africanos para concienciar sobre el problema del sida en áfrica. viajaron con médicos sin fronteras a zimbabue y les cambió la vida. ellos mismos nos lo cuentan.



Estrellaha perdido el ave. «¿Otra vez?», bromean alejandro y javier. No es la primeravez que la artista llega tarde, es evidente. Pero hay que reconocerle
el esfuerzo.


Perdido el tren, se sube a un coche para llegar a Madrid desde Málaga, donde la esperan sus compañeros y amigos para la foto. Pero, claro, van a ser horas de retraso, así que compromisos de uno y otro se van filtrando durante la espera. Se conocen desde hace años, muchos, aunque ellos no tengan tantos: 31, Estrella; 39, Limón, y 44, Alejandro. Estrella y Alejandro no necesitan presentación. Limón, compositor y productor, quizá algo más, aunque con 70 discos producidos –entre ellos, Lágrimas negras, del Cigala y Bebo Valdés; Cositas buenas, de Paco de Lucía; y ahora el de Serrat y Sabina que sale a la venta en febrero, además de otros de Luz Casal, Enrique Morente, Andrés Calamaro, Buika…– debería ser suficiente. Tiene casi tantos premios Grammy como Alejandro.


Han trabajado juntos en diversas ocasiones, pero esta vez los ha unido un proyecto especial y diferente: un disco de coros africanos para Médicos sin Fronteras (MSF) que busca concienciar y recaudar fondos para la lucha contra el sida en Zimbabue, uno de los países más afectados por la enfermedad. El proyecto surgió como tantas cosas: por casualidad. MSF invitó a Alejandro Sanz a visitar sus proyectos en Zimbabue. Sin ningún objetivo publicitario. De hecho, no llevaron cámaras. «Hay gente que desconfía un poco de las ONG, y ellos querían que yo viese lo que hacen. Así que fui. Visitamos varios poblados y la verdad es que su trabajo es impresionante. Yo no había estado antes en África. Y te digo una cosa: es el mejor viaje que he hecho en mi vida». Sanz se deshace en elogios con la gente que trabaja sobre el terreno, pero a él le enganchó otra cosa: la música. «Me impactó ver que en todos los sitios nos recibían cantando. Era su forma de comunicarse. Les pasa un poco como al pueblo gitano. El flamenco es lo que es porque los gitanos no tienen literatura ni pintura, no tienen otra forma de contar su historia que a través de su música. Y en África es igual. Cuenta su historia a través de su música. Sus letras no son como las nuestras, con metáforas y esas cosas. Son tan sencillas como: `Ayer fui al médico, me dijo que tenía sida, y me tengo que tomar una pastilla´. Me di cuenta, además, de que toda la música viene de aquel continente. En realidad, con los mismos coros se puede hacer flamenco, blues, fado… lo que quieras. Así que llamé a Limón».


«Me llama Alejandro con un subidón desde Zimbabue –recuerda Javier–. Que si había encontrado unos coros fantásticos, que si vamos a hacer esto y lo otro, que si le digo a Antonio Carmona, los tres y tal… Un subidón. Así que escuchamos las grabaciones que hizo Alejandro como referencia y nos fuimos a su estudio en Miami a ver si era posible este `invento´: coger unos coros grabados en plena selva, crear bases musicales de hoy en día y añadirles voces de aquí. Y funcionaba. El segundo paso, muy complejo, es irse con un todoterreno a Zimbabue, aldea por aldea, sin electricidad ni apoyo logístico, e ir grabando a estos grupos. Gente que tiene música sin contaminar. En estado puro. Ahí no hay un teclado ni un bajo. Solo voz y percusión, que son los pies en la tierra. La sorpresa fue que lo que yo pensaba que iba a ser un disco de voces africanas con algunos artistas españoles del pop y poco más se convirtió en un disco internacional con gente de Brasil, Colombia, Nueva York, hip-hop, flamenco, fado… Juan Luis Guerra, Calamaro, Carlos Vives, David Broza, Karina Pasian, Carminho…».


Limón sigue: «Yo siempre he defendido el viaje del sonido. La música es un continuo cruce de viajes casuales. El cajón está en España porque Paco [de Lucía] compró un cajón en Perú en una fiesta. África es el único lugar en el mundo donde la música sigue pura, sin contaminar. Los coros estos podrían ser de hace cuatro mil años. Me he encontrado con la raíz, con la esencia de la música. A mí, este disco me ha cambiado la vida. Para ellos, la música no es ni un hobby ni un placer. Es directamente una necesidad. Ellos comen, beben, caminan y cantan».


Para Alejandro, este disco ha sido también una experiencia en otro sentido. Como coproductor, ha tenido que lidiar con todos los cantantes famosos que intervienen. «Los artistas son todos unos coñazos –afirma sin cortarse–. Me he dado cuenta de lo difíciles que son de coordinar: representantes, permisos, derechos… ¡qué pesaos son! [risas]. Bueno, yo no creo que seamos nosotros, sino que es nuestro entorno el que es muy pesado. Porque luego hablas con el artista directamente y le dices: `Canta aquí´, y dice: `Vamos´. Ahora, se lo dices al mánager y te dice: `No sé, la agenda…´. Pero bueno, sin ellos, también nos volveríamos locos. Es por toda la gente que te pide cosas, que es muchísima, de verdad».


Para Limón, en cambio, lidiar con estrellas es su trabajo habitual. «Hay dos tipos de cantantes famosos –aclara–. Unos, los que son solo cantantes famosos. Ese tipo requiere un aporte psicológico extra que agota un poco, la verdad. Luego hay otro tipo de cantantes famosos, como Alejandro, que son músicos antes que famosos. Ahí, la música manda y no hay espacio para tonterías. El diálogo es de músico a músico».


Mientras aguardamos la llegada de Estrella Morente, Alejandro tiene que ir cumpliendo con sus compromisos del día, como atender a alguien de la SGAE. Eso lo obliga a ausentarse, pero avisa: «No voy a hablar de la SGAE. Las siglas que tocan hoy son SIDA. No quiero desviar la atención, porque sé que las polémicas gustan mucho y acabarás titulando por aquí. A todo el mundo le gusta opinar, sin saber muchas veces. Y no voy a entrar. Pero te voy a decir una cosa: hay que mirar el futuro con optimismo. No podemos estar todo el día llorando. Yo, cada vez que llega alguien de la industria a mi casa, saco un paquete de kleenex. `Ahí tienes para llorar. Cuando hayas terminado, hablamos´. No hay que dramatizar. La música no va a desaparecer nunca». ¿Le afecta a él la crisis? «La crisis afecta a todo el mundo, por supuesto. A mí, mucho menos. No tendría valor para quejarme porque sería para darme dos bofetadas».


A solas con Javier Limón, empezamos por el principio: «Lo mío con la música es de siempre. Yo empecé de pequeño con formación clásica, estudié oboe. Pero soy mal instrumentista. No tengo fuerza de voluntad para echarle diez horas diarias a un instrumento. Me metí a producir porque no me gustaban cómo lo hacían y soy un productor de oficio. Pero a mí lo que me gusta es componer letritas por bulerías. Ahí es donde me gusto, como dicen los toreros». Ahora está componiendo para el próximo disco de José Mercé «y me lo estoy pasando muy bien. Aunque el trabajo de compositor es muy desagradecido. De hecho, yo no puedo vivir de la composición solamente. Componer es un ejercicio de humildad absoluto. El compositor no tiene aplauso, está mal pagado… Pero te diré una cosa, ayer, por ejemplo, estuve con Alejandro viendo algunas de las letras que ha escrito para el próximo disco y son poemas. ¡La satisfacción que ha tenido que darle a este hombre escribir esas cuartetas!».


Se echa encima la hora de comer, pero Limón dice que está bien. Teniendo en cuenta lo que ha adelgazado en los últimos tiempos, que no tenga hambre resulta comprensible. «He adelgazado 44 kilos. Lo he hecho por las tías, porque se liga más. Sí, estoy casado, pero una cosa no quita la otra; la relación intrahumana es mejor… Es broma. Lo he hecho porque tenía 34 años y pesaba 110 kilos. Empecé por salud. Creo que comer poco es sano. No hice una dieta. Cambié los hábitos».


Alejandro también ha adelgazado: ¿también lo ha hecho para ligar? Las bromas sobre el peso derivan en diversos comentarios de Limón que, puestos en boca de Alejandro, serían escandalosos titulares. «Ojo –bromea luego él–, que vas a mezclar la entrevista de Javier con la mía y te va a salir un titular: `Alejandro Sanz ha adelgazado para follar más´. Yo he adelgazado y ya está [risas]». El cantante se las sabe todas en estas lides. «De cualquier cosa es muy fácil hacer un titular. La fama está muy bien para implicarte en proyectos como este con Médicos sin Fronteras, para conseguir mesa en un restaurante y... poco más. Y luego tiene sus inconvenientes. Las polémicas en Twitter son parte de ellos. Los que fuimos desde el principio muy activos en Twitter fuimos un poco conejillos de Indias. Hay gente que dedica su vida a esperar que alguien conocido meta la pata para meterse con ellos. Pero aprendí que lo que no tienes que hacer nunca es contestar a una provocación. Al principio me mosqueaba, pero ya no me como la cabeza. Parece más de lo que es. En una Blackberry, yo que veo menos que un gato de escayola, escribes rápido, pones mal una palabra y ya la cagaste. Como lo de escribir `vuestro´ con `b´. Lo peor es cuando lo intentas explicar. Y el que ataca sabe de sobra que no vas a decir `vuestro´\'' con `b´, pero es por tocar las pelotas».


A Limón las redes sociales no le van. «Yo no tengo Facebook ni Twitter ni nada. Hay una camiseta ahora que se lleva mucho allí, en Berklee, `I m not in fucking Facebook´. Lo cool es no estar. Estos que dicen `tengo 400 amigos´... ¡Pero si yo tengo seis y estoy intentando deshacerme de dos! Con el paso de los años aprendes a valorar tu tiempo. Está el mundo como para perder tiempo…».
Limón vive en Boston, donde es profesor de flamenco y músicas del Mediterráneo en el College of Music de Berklee. ¿Raro? «No. Estados Unidos es un país muy difícil de definir. Salvo en política armamentística [risas]. La diferencia de mentalidad entre un tipo de Texas y uno de Nueva Inglaterra es enorme. Berklee quiere potenciar el flamenco, ven en él la mayor aportación cultural de la música española al mundo. Para mí, eso es un orgullo. Y me lo paso muy bien enseñando a los guiris a tocar las palmas por soleá. Y te aseguro que yo no he visto a gente aprender a tocar las palmas más rápido en mi vida que a mis alumnos. Para mí, el mejor pianista flamenco del mundo es el Chick Corea. Y, según Enrique Morente, los que mejor cantaron saetas en la historia fueron La Niña de los Peines y Miles Davis».


¿Cantan flamenco en inglés? «No. La fonética del español es parte del flamenco. De hecho, no puede ser ni en castellano. Tienes que decirlo en andaluz. Las rimas son diferentes. En las clases he decidido no traducir las palabras básicas. `Palmas abiertas´ no se dice `open claping´. Se dice `palmas abiertas´. Nosotros tampoco hemos traducido blues, ni standard, ni rock… no se deben traducir».


Javier es un maestro con mayúsculas, un profesional tan reconocido que es de los pocos a los que Paco de Lucía deja `meter mano´ en sus discos. Así que no tiene ningún problema con no ser famoso. «Mis discos jamás han sonado en Los 40 Principales –dice–. Ni creo que suenen. Ni Lágrimas negras. Una vez hice un disco para que sonara en Los 40 y tampoco sonó [risas]. No me salen. Mi música es más de escuchar, perdura en el tiempo. No es tanto negocio como un disco de La Oreja, pero ¿qué más da? ¿Qué es más negocio: tener un McDonald´s o una tabernita? Pues a la larga puede ser más negocio la taberna. Para mí, por lo menos».


De la piratería prefiere no hablar, pero aclara: «El negocio de la música debe estar bajo la ley. Y si tengo que elegir, yo prefiero estar, a nivel legal, en el grupo de Alemania y Francia que en el de Marruecos y Túnez. Todo intercambio de contenido debe estar regido por la ley. Pero también estoy en desacuerdo con que de 15 euros que cuesta un disco, 5 se los lleve el artista y 9,5 la discográfica por poner un stand en unos grandes almacenes. El futuro está en la gente currando con sus disquitos, dos chavales jóvenes… rollo Soho inglés. Lo que no va a funcionar son compañías con 200 empleados, coches de empresa, viajes en primera… ¡Eso es hasta feo! Hasta hace nada había cinco multinacionales en España. Con un director artístico por cada una, eso significaba que el 99 por ciento de los discos le tenían que gustar a una de esas cinco personas. Pero bueno, ¿eso que es?… Por eso, toda la radio suena igual».


Mientras esperamos a Estrella, hay tiempo para hablar de sus instrumentistas favoritos, de su hermana Salomé –ingeniera de sonido–, «una genia, la tierra por donde piso», para reivindicar a José Mercé, «la mejor voz del flamenco»... Pero, cuando se trata de mujeres, Limón lo tiene claro: «Estrella es la estrella».



Y entonces llegó ella. Tarde, como las divas, pero sin ningún divismo. Todo lo contrario. Estrella pide disculpas mil veces. La acompaña su hermana Soledad, la siguiente artista de la saga; 26 años, los ojos tan grandes como la sonrisa. «No veas el día que llevamos». Saludos, `maestro´, besos, `guapa´...


Estrella abraza a Alejandro y a Javier: «Estos dos me liaron, me ilusionaron. Que dos artistas tan grandiosos, con tanto jaleo, se entusiasmen con algo así me parece increíble». Cuando le contaron el proyecto, no le resultó ajeno. «Yo siento que la música africana está profundamente cerca del flamenco. Son músicas ancestrales. Cantando con esos coros, me he sentido protegida. He sentido que he estado entre músicos, cantando con auténticos músicos. Yo no he estado en África, pero mi padre sí. Y no ha ido de safari, ha ido a entregarse y ha venido roto, pero roto de sentir, de descubrir y eso nos lo ha transmitido. Y parece que conozco África. Es la suerte que he tenido al estar cerca de mi padre: que he conocido sitios que no he pisado a través de su curiosidad». Habla de su padre, Enrique Morente, sin decidirse a usar el pasado simple. Su muerte, en diciembre de 2010, fue devastadora para la familia. Pero él sigue estando ahí, presente en cada respuesta.


¿Nació Estrella para ser artista? «En el camino de cada uno hay algo que está marcado, llámalo `destino´ o de otra manera. Pero es la personalidad de uno mismo. Y a eso hay que serle fiel. Artista se nace. Uno puede decidir ser otra cosa, pero llega un momento en que eso sale. Lo llevas dentro. O lo despiertas o florece».
Estrella, que de pequeña quería ser enfermera y mil otras cosas, tuvo, según ha reconocido en alguna ocasión, una adolescencia difícil, incluso flirteó con las drogas, pero no le da mayor importancia. «Yo he vivido las etapas que hay que vivir en la vida cuando había que vivirlas. Tampoco es que haya vivido una situación perfecta en cada momento. Viví con la rebeldía necesaria en un adolescente para alcanzar mi propio camino, pero con bastante naturalidad. Y lo veo igual con mis hijos. Hay que dejar que la vida corra. E intentar ser bueno, no dar codazos… Mientras vayas así, te puedes equivocar todo lo que quieras».


¿Y los codazos en el mundo artístico? «Hay, como en todos, pero en mi casa siempre se ha vivido un ambiente muy libre; mi padre ha tenido amigos, se ha enriquecido con otros compañeros y siempre ha estado muy ocupado con su propio trabajo. Todo eso te deja poco tiempo para meterte con los demás. Yo he vivido en una casa en la que la norma número uno era ser solidario. Mi padre siempre decía que los poetas y los misioneros era la gente que más quería. Yo sabía que a quien más quería era a nosotros [ríe], pero… eso es lo que nos ha transmitido».


Y entre el legado de su padre está el nuevo disco de Estrella. «Es un disco producido por Enrique Morente desde el principio hasta el final. Cuenta con artistas importantísimos de la talla de Michael Nyman, Path Metheny o Paco de Lucía. Espero que para la primavera esté. Él dejó el trabajo prácticamente hecho y tendrá que salir a la luz. Pero este año ha sido difícil, con momentos muy emotivos y muy duros. Quiero que sea un reflejo de como yo me encuentro».


Delante de la cámara parece estar fenomenal. Posa rápido, pero con total dominio. Debe volver a Málaga al terminar. Sus hijos, de nueve y seis años, la esperan con su marido, el torero Javier Conde. Hoy no llega a acostarlos, pero los acerca al colegio cada mañana. Tiene problemas domésticos adicionales: «Me he quedado sin servicio. Una faena. Así que llevo todo el fin de semana limpiando baños. Hace falta arte pa´to».

Ana Tagarro"